Esta es la tercera vez que intento escribir lo que pasó los últimos días. Entre lo enojado y lo duro que estoy, me cuesta concentrarme.
Las últimas veces, cuando estaba a mitad de la historia, me agarró la loca y borré todo; escavié un poco y reventé unos cuantos platos contra la pared. No es que sean baratos, pero necesitaba descargarme.
¿Vieron ese dicho «cuánto más grandes, más rápido caen»? No se me ocurre mejor forma de describir mi situación. Todo pasó rápido, de golpe y no tuve tiempo ni de reaccionar.
¿Qué fue lo último que les conté? Ah, si, me iba a ver con la novia de mi hermano en el último día del 2014.
Como no me quedaba mucho tiempo, me tiré un lance y la fui a buscar directo al hospital. Supuse que por su profesión iba a trabajar por lo menos un rato del feriado y la pegué.
En el momento que nos cruzamos, no pudo resistirse y me pegó flor de abrazo.
– Que sorpresa – Soltó contenta, como si se hubiera ganado el Loto.
– Viste, no me olvido de vos ¿Vamos a tomar algo?
– Ya me estaba por ir en un rato; no creo que haya drama si salgo antes ¿Me bancas que busco mis cosas?
Quince minutos después, estábamos en un tacho rumbo a mi departamento.
En el camino nos cagamos de risa. Me resultaba MUY flashero verla así de copada conmigo. Ni siquiera cuando me ayudaba con la colonia le ponía tanta onda.
Todo iba bien hasta que llamó el guampa de mi hermano. Normalmente me hubiera preocupado, pero las feromonas eran tan grosas que era imposible que me dejara de garpe.
– No te enojes, pero voy a tener que meter unas horitas más. Viste como son, no aceptan un «no» como respuesta.
Cuando quería, tenía a su putita guardada. Esperaba que eso tambièn saltara en la cama. Si a la modelo la esperé con ganas, a esta ni les digo.
El procedimiento fue el mismo de siempre. Llegamos y, si bien era un poco temprano, arrancamos a escaviar.
Mientras me ponía cómodo, mi cuñadita me preparó un trago. Algo con Bailey y no sé que otra mierda. La verdad es que tenía un gusto medio raro, pero bue…
Los mimos no tardaron en llegar. Caricias, besos en el cuello, alguna lenguita por ahí.
Este era un plato fino, había que disfrutarlo.
El que no estaba tan contento era Napoleón, que empezó a hinchar las bolas con sus característicos punzasos.
– ¡Ahora no!
Me llamó bastante la atención. Jamás había hecho algo así. Sabía que los garches eran sagrados ¡Y sobre todo este!
Tuve que insistirle un buen rato para que se calmara, y lo hizo de mala gana.
Volviendo a mi cuñadita, le empecé a meter mano más agresivamente. Y cuando llegué a su conchita, la sentí seca. Nunca había pasado ¿Mi rey me intentaba decir algo? ¿Estarían fallando mis feromonas?
– Imposible.
Hacía casi dos meses que estaba en el tema, y las únicas dos debilidades que le había encontrado a este poder eran las lesbianas y los nervios.
De todas maneras, la verdad estaba más cerca de lo que me imaginaba. Primero arrancó con un dolor sutil, al que no le di importancia. Se parecía un poco al que me agarró cuando prendí y apagué las feromonas.
– A esta me la culeo pase lo quep ase.
Intenté ignorarlo, pero cada vez venía más fuerte, hasta volverse insoportable. Pasé de no poder mantenerla dura casi largarme a llorar.
la yegua me miraba sin sorprenderse, con algo que se podía entender como una sonrisa. Lentamente se fue alejando de mi lado, hasta dejarme sufriendo en el piso.
– Te divertiste violando ¿No? – Tiró con su habitual cara de asco.
– ¿Eh?
El sueño se convirtió tan rápido en pesadilla que me costaba reaccionar.
– Las atrajiste engañadas con tus feromonas. Como yo lo veo, es violación.
– No sé de lo que me estás hablando…
– ¡No me tomes por estúpida! ¡¿Te pensaste que iba a aceptar como si nada lo que pasó en mi casa?! Estaba segura que habías hecho algo con esos poderes extraños que tenes. Y el historial del Chrome de la notebook me lo confirmó.
¡No te la puedo creer! ¡¿En serio fui tan boludo de no usar pestañas de incógnito?!
– ¡¿Qué me hiciste?!
– Lo que era necesario. Soy consciente de que no tengo forma de probar lo que hiciste. Así que decidí ser yo la que te castigara.
– ¡Puta de mierda! ¡Te voy a reventar!
– En tu lugar, estaría más preocupado por dejar de segregar esas hormonas sexuales. Cuantas más generes, más te va a doler. Y como estas contra hormonas las improvisé, no sé como pueda terminar.
Tras esa última explicación, me dejó tirado con mi dolor.
Intenté pensar qué hacer, pero no podía juntar dos ideas. Mi única reacción era gritar y patalear.
En un momento de determinación, decidí apagar las feromonas. El sufrimiento fue tal, que de toque me desmayé.
Y así quedé planchado hasta ayer, casi ahogado en mi propio vómito. Obviamente el meo y la mierda tampoco faltaron a esta fiesta. Y ni hablar de los espasmos. También me costaba respirar y tocia como un hijo de puta.