La ley y el orden

En el breve rato que prendí el celular, me diluviaron decenas de llamadas perdidas, mensajes y whatsapps. Uno más lindo que el otro…
Entre tanta conchuda resentida con abstinencia de pija, encontré uno de mi viejo. Parece que de alguna manera se filtró la dire de su casa y cayeron a hacerles un escrache en mi honor.

– Te tendría que matar – Tiró sin muchas vueltas. Lo más inquietante de mi papá era la tranquilidad con la que se expresaba enojado – Tantos años trabajando un apellido para que me lo vengas a ensuciar con tus vicios. Decí que tu hermano te necesita…

Era gracioso. Él no podía mandarme a cagar por mi riñón y yo no podía putearlo por la guita. Quisiéramos o no, estábamos juntos en esto.

– La puta esa debe haber averiguado quién sos y nos quiere sacar plata.

El mejor camino era cebarlo. Mi viejo es una persona que trabaja mejor desde el odio.

– Y vos fuiste a caer como un imbécil – Agregó – No podías elegir un peor momento.

No se imaginan el dejavú que fue escucharlo cagarme a pedos como cuando tenía quince. Forrearlo era una tentación, pero en estos momentos nadie más podía ayudarme.
Según supone, la pendeja me debe haber denunciado y la cana seguro fue a buscarme a mi depto para declarar. Como ya hace varios días que me tomé el palo y no me encuentran, paso a estar bajo pedido de captura.
Se me abren dos caminos: Presentarme o rajar.
¿Me conviene poner la cara? Al haber pasado tanto tiempo desde la «violación» no cree que vaya a saltar ninguna pericia y estoy seguro que tampoco hubo testigos.
Lo que sí me puede cagar es alguna cámara escondida cerca de la escuela ¿Tendré tanta yeta? Además, si la cosa hace ruido, puede caer más gente al baile y ahí sí se pudre todo.
Por el otro lado, si no me presento y tengo suerte, el pedido de captura puede tardar. Recordemos que en este país la justicia es una joda y todo lo que tengo que hacer es operarme, cobrar y rajar.
Mi viejo se tira por lo segundo.

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