El gordo pajero apareció cuando quiso.
Habían pasado como dos o tres años desde la última vez que nos vimos y seguía teniendo la misma cara de opa que siempre.
Si yo la ponía poco, este era el campeón interplanetario.
Ni bien se sentó, leyó la pantalla de error y puso un Cd.
Por lo que entendí, tiró un par de comandos y dejó corriendo un proceso de reparación.
Tardó poco menos de diez minutos ¡Y la notebook levantó!
– ¡Que capo! – Me salió del corazón – ¿Cuánto te debo, crack?
– Son setecientos pesos – Soltó sin transpirar.
Me quedé helado. Sé que las cosas vienen aumentado, pero no esperaba que fuera tan salado. Por ese precio me garpo una trola, y se queda la hora entera.
– ¿No te parece un poco mucho? – Le tiré sin disimular mucho mi cara de ojete.
– Es lo que se está cobrando la hora.
– ¡Pero si estuviste diez minutos!
– Se cuenta completa.
– Vos me estás re cagando.
A pesar de que yo subía cada vez más el tono, él seguía igual. Parecía un robot.
– Si no te gusta, no me llames más, pero lo de hoy me lo pagas.
Con cada bronca que me masticaba, Napoleón me presionaba más para meterse. Si era por él lo mataba.
– Tomá, metetelo en el culo.
Y le tiré un par de Roquitas.
– Acá hay trescientos…
– No me vas a sacar un peso más que eso.
Por primera vez en toda la discusión, cambió la cara.
– Ah, listo… Entonces me llevo esto.
El hijo de puta me manoteó uno de los joystics de la play.
– Te doy diez segundos para que lo sueltes.
– ¿O qué?
Mi rey estaba insoportable, quería sangre y cada vez me costaba más decirle que no.
Sabía que si empezaba a bardearla, iba a terminar arruinando a mi colonia, pero no podía soportar un segundo más la cara de ese otario.
En un momento de lucidez, recordé como Tadeo había reducido a la ex de Juan. Todo pasó muy rápido, pero por lo que pude ver, le dobló los músculos de tal manera que la dejó indefensa e inconsciente. Y, claro, sin derramar una sola gota de sangre.
Fue así como en lugar de reventarle los ojos como al punga, probé con una variación de mi truquito con las minas ¿Qué pasa cuando los colonos enloquecen en los huevos de alguien?
Gritos. Lágrimas. Revolcadas en el piso. Mi joystic en el suelo.
– ¡La reconcha de tu madre! ¡Si lo rompiste te mato!
Por como se lamentaba, parecía ser la última de las preocupaciones.
– Dame hielo – Suplicó como una putita.
– ¿Cómo se dice?
– ¡Dale, loco!
– No era así.
– ¡Por favor!
– Ahí me gustó más.
Que lindo que es el poder. Estar por encima de la gilada es lo mejor que te puede pasar en la vida.
El tipo estuvo tan agradecido por mi ayuda que se fue sin chistar.
Probablemente lo haya dejado sin día del padre. De todas formas no creo que lo fuera a ser, así que no se perdió nada.